martes, 7 de mayo de 2013

El poema que se acabó llamando como tú.


siempre pensó que ninguno de mis poemas llevarían su nombre,
o se escribirían en sus letras, al calor de sus sonrisas, con versos salidos
de un probador en una tarde de viernes.

no te sientas obligado, me dijo.
pobre mía, como si con un verso, y encima de los míos
pudiera pagarle todas las deudas que tengo con ella
como si ciertas miradas pudieran apagarse con la obligación
y algunos versos.

podía hacer el amor en cualquier lado,
a veces lo hacía en la cocina, y lo llamaba tiramisú.
a veces lo hacía en papel cuando escribía bonito,
porque lo hacía, muy bonito
algún día, ingrato de mí, tal vez olvide sus letras,
su cara, y puede que tal vez,
olvide cómo hacía el amor en la cocina.
me inventaré entonces su nombre, y la llamaré Laura,
como hace Ernesto
para que alguno de mis poemas se llame como ella.

no te sientas obligado, me dijo,
pobre mía, como si en un par de besos,  y encima de los míos,
cupiera todo el amor que le ponía a las cosas.
yo que nunca supe hacer nada con amor,
lo mejor que pude hacer fue salirme de su vida,
eso sí, el día que aprenda, lo llamaré tiramisú
y a este poema, que nunca fue obligado

lo llamaría Laura. 

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