- Por qué hacer infeliz a una
mujer, cuando podrías hacer felices a muchas.- Eso me dijo, y acto seguido se
rió, no con maldad, pero si con la malicia propia de alguien que sabe que acaba
de programar una bomba de relojería.
Yo reí también, quizá porque en
aquel momento no sabía que aquella frase me estaba dañando a futuro y con carácter
retroactivo. Eso lo supe tiempo después, cuando caí en la cuenta de que yo en
realidad habría preferido hacerla feliz a ella muchas veces, que hacer infeliz
a cualquiera tan solo una vez.
Hace unos meses que se marchó,
aunque su tacto aún me recorre las manos, como si de un dolor fantasma se
tratara. A veces, incluso su voz me despierta en medio de la noche, aunque en
realidad me despierta mi propia voz llamándola.
Acabé por acostarme con otras
chicas, tal vez porque era la única manera de masturbarme sin pensar en ella, sin
pensar en ella y sin llorar, que desde hace demasiado tiempo va unido.
Por qué hacer infeliz a una
mujer? Repito una y otra vez en mi cabeza, sabiendo que la respuesta es que no
puedo hacer felices a muchas si no soy feliz yo, y que eso dependía tanto de
ti, como dependen mis erecciones de tu recuerdo.
Abro una cerveza y pongo las noticias.
Siempre me digo lo mismo: -Hoy va a ser el día en que te olvide.
No hay comentarios:
Publicar un comentario