jueves, 16 de agosto de 2012

Retratos de fotomatón (II)


- Por qué hacer infeliz a una mujer cuando puedes hacer felices a muchas. – eso dijo. Y río, no con maldad, pero sí con la malicia propia de una niña que acaba de salirse con la suya.  En ese momento, aunque yo aún no lo supiera, me estaba convirtiendo en un cretino, un cretino a cobro revertido.

Antes, mucho antes, cuando la idea de quererla aún ni se me pasaba por la cabeza, me dediqué a escribirle gemidos de arena en la parte de atrás de las rodillas,  a tocar sonatas de violoncello de Bach sobre su espalda, o a deletrearle sonrisas en el ruido de su ropa.

Hoy, más a tu pesar que al mío, aún me arden los besos al buscarte,  aun me muero porque tu lengua recorra el sonido de mis labios, por atarte a mi cadera hasta que el cansancio te ahogue, por comerme cada suspiro que se escape de tu mirada.

Antes, mucho antes de que me convirtiera en un cretino, pensé que, aunque sólo fuera en deseo, ya le llevábamos ventaja a la muerte, porque nuestro deseo vivirá más que nosotros,  porque si alguna vez pusieras el cordón de terciopelo, que te aislase del mundo, yo me quedaría dentro, para tocarte solo yo, para que cuando el silencio nos mate de frío, sean mis palabras las que se posen sobre tus hombros para abrigarte.

Hoy, más a mi pesar que al tuyo, te has ido sin poner cordón de terciopelo, sin llevarte mis ruegos y preguntas, y sobre todo, sin llevarte el vacío que queda cuando faltas. Sin llevarte las noches de insomnio que te guardaba, el deseo que me hacía ser tuyo, sin llevarte mi estúpido ego.
Hoy, más a mi pesar que al tuyo, siento que te llevaste mis ganas de llorar y sobre todo, mis ansias de hacerte feliz.

- Por qué hacer infeliz a una mujer cuando puedes hacer felices a muchas. – eso dijiste, y ni tu ni yo nos dimos cuenta, de que me estabas convirtiendo en un cretino, un cretino a cobro revertido. 

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