Ayer hubo un incendio
uno cualquiera, uno en una de esas calles que ya no huelen a
ti.
No lo creerás, pero no me importó
la gente, esa que no te conoce
se arremolina curiosa en torno al olor del plástico.
yo busco tu olor en los dobleces de mi camisa
por si quedara algún resto
busco las huellas de tus manos por mi piel
por si aún quedara un rescoldo que avivar
para sentirlas de nuevo
esos son nuestros incendios
echando la vista atrás
me convenzo, sin quererlo
de que tu llegada
se llevó la ansiedad
asociada a los incendios
y que ahora, los incendios son tus tuyos
Te pertenecen.
Los de tu mirada cuando me incendian las manos
Los de tus manos que me incendian los oídos
Los de tus besos que me incendian el alma
Siempre, a veces incluso a tu pesar.
Ayer ardía mi calle, mientras los curiosos
Arremolinados en torno a las llamas
Se preguntan por qué sonrío a sus espaldas
buscando la espalda tuya
para incendiarla.
para trazar con mis dedos una hilera de recuerdos,
que permanezcan imborrables a los latidos de mi ausencia
y que, de vez en cuando, cuando tu conciencia trate
de aplacar las miradas de mis manos
tus besos se apaguen en mi,
como se apagan los cigarrillos en la piel de las torturas.
como la que siento cada día que me faltan tus incendios,
tus reproches, y hasta incluso.
tus buenos malos modales.
Ayer hubo un incendio,
un incendio cualquiera
en cualquiera de esas calles que ya no huelen a ti.
Mientras yo, ajeno a incendios ajenos,
buscaba una vez más
tus huellas sobre mi piel.
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